El camino del Trauma Craneoencefálico Grave (TCEG) en el mundo es un camino arduo por la heterogeneidad y dinamismo de las lesiones intracraneales, en especial en sus categorías moderado y grave, similares en comportamiento clínico y asociación de factores de riesgo.
Campañas de prevención de accidentes dirigidas a adolescentes y adultos jovenes no han impactado, lo que hace considerar extrapolarlas a terreno cerebral más fértil para crear cultura de prevención en el grupo de pre-escolares.
Como enfermedad tiempo dependiente, el TCEG implica un gran reto, más aún cuando tenemos recursos financieros, infraestructura, equipamiento limitados y débil capacitación-competencia en neurotrauma para brindar cuidados neurocriticos en apego al Código Trauma.
Independiente de la edad y género, un paciente en coma genera incertidumbre, más aún a la familia al no saber con certeza si vivirá o si volverá a ser la misma persona; neurorehabilitadores le han llamado “el fracaso del éxito”, ya que hay otros que no tienen tanta suerte al morir en la escena.
Coloquialmente suele escucharse como “leyenda urbana” que un paciente con TCEG si no muere, queda discapacitado y no se reincorpora funcionalmente; pensar así, merma la atención que brindamos, el adulto puede tener buen resultado, aún más la niñez. Es urgente cambiar ese paradigma de lo negativo que lleva al fracaso, girar a lo positivo con convicción de que aún con recursos institucionales limitados, “siempre algo se puede hacer”, hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos es dar “calidad”, eficientando nuestras acciones tendremos mejores resultados. Mientras atendamos a pacientes con TCEG somos corresponsables obligados a mejorar nuestros “conocimiento y habilidades”.
El TCEG tiene múltiples caras, incluso muy cambiante en los primeros 5 días, a pesar de un potencial resultado favorable en escalas validadas podemos errar, con igual dinamismo ajustamos al infomar a los padres ante un panorama devastador y posibles alternativas terapeúticas, con o sin evidencia científica suficiente para tratar a su hijo, quienes con angustia y esperanza nos comentan: “hágale todo lo posible así tal como si fuera tu hijo”. En muchas ocasiones no temen a que le hagas, temen a que “no le hagas” lo suficiente, esto ha documentado por ejemplo Vincent JL refiriéndose al potencial beneficio de la hipotermia controlada en posparo.
Por otro lado, debemos medir para conocer y mejorar. Es mediante un diagnóstico situacional que incluya nuestras fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas que podremos incorporar Indicadores de mejora. En la SEMICyUC, destacaron al menos 25 Indicadores de proceso y resultado en dimensiones de efectividad y seguridad para el TCEG con estándar del 100% para intervención neuroquirúrgica-evacuación de masas, 95% para admisión a la UCI, intubación oportuna y neuromonitoreo invasivo en tomografía patológica, y de resultado un estándar de <35% para mortalidad por TCEG medida al año postrauma.
En México si bien hay esfuerzos desde 1976, a pesar de su alta morbi-mortalidad no vemos todavía un Sistema Organizado de Neurotrauma que busque mejoras en planeación, estrategia y ejecución como procesos fundamentales. Extrapolando la estrategia del fútbol americano “debemos atajar el ataque del ofensivo-contrincante” como son las lesiones secundarias que acechan constantemente en fase aguda al paciente neurocritico. Sin embargo, aún teniendo todos los recursos, sería igual si no conseguimos cambiar el Saber y Saber Hacer por el “Saber Hacerlo Bien”.
Es bueno conocer y dar a conocer nuestros fallos y logros, no hacerlo afecta la salud pública, aumenta la pobreza, costo social que detiene el progreso local, en Latinoamerica y el mundo. Mientras nuestros resultados al año postrauma no sean satisfactorios, debemos enfrentarlos a crítica constructiva, haciendo equipo con expertos y con quienes viven una problemática similar, compartiendo estrategias funcionales para generar el cambio, oportunidad que la Asociación LABIC promueve a través de la creación de vínculos y redes investigativas multicéntricas de colaboración científica de alto nivel.
En AguasCalientes, México, estamos incorporando Pódcast educativos a residentes y personal operativo en la cadena de atención intrahospitalaria: “Hablemos de neurotrauma, como estamos, a donde vamos” y simulación educativa generando acervo-repaso disponible en guardia. Comenzar con capacitación en neurotrauma es el camino.
Por último, en el paciente neurocrítico el neurodeterioro como ha propuesto Aguilera Rodríguez S. es latente, y ante el fracaso terapéutico y dictaminación de la temida muerte encefálica, se deben adecuar las medidas de intervención considerando las aportaciones en Bioética del paciente neurocritico por Domínguez Roldán JM y la limitación del esfuerzo terapéutico, optimizando dinámicamente los cuidados paliativos porque es una oportunidad de aportar éxito digno al fracaso donando vida, mediante programas nacionales en materia de trasplante. Porque siempre hay algo que se puede hacer, nunca seamos omisos.
Para finalizar, a mi maestro, neurocirujano Dr Carlos Manuel Murillo Tostado(†) por un día darme un sabio consejo en TCEG, “si no es neuroquirúrgico, sólo céntrate en ayudarle manteniendo rápido y bien todo lo más “normo-normo” posible, mientras el cerebro por si mismo se recupera, eso suele ser suficiente”. Suelo decirle a los padres “si todo lleva buen curso, al menos 5 días “estará como Bella Durmiente”.
Dra. Maricela García Arellano
Médico Intensivista Pediatra
Jefatura del Servicio Terapias Pediátricas
Profesora posgrado Medicina Crítica Pediátrica
Centenario Hospital Miguel Hidalgo
Aguascalientes, México
Miembro fundador LABIC