Conocido es que los pacientes con lesión cerebral aguda que presentan un empeoramiento en su estado neurológico tienen una mayor probabilidad de peores resultados. En 1998, Morris definió el deterioro neurológico (neuroworsening) como uno o más de los siguientes: disminución espontánea de la puntuación motora de la GCS en ?2 puntos; pérdida de reactividad pupilar o nueva aparición o desarrollo de asimetría pupilar ?2 mm, deterioro del estado neurológico o de la TC suficiente como para justificar una intervención inmediata. Posteriormente grupos de consenso como SIBICC (2019) y CREVICE (2020) modificaron parcialmente estos criterios incorporando la caída del GCS motor en 1 punto o la aparición de la Triada de Cushing.
Si bien estos criterios clínicos clásicos permiten reconocer a pacientes que evolucionan con empeoramiento de la lesión cerebral secundaria, y someterlos a una rápida reevaluación y manejo agresivo, son criterios tardíos dado que sólo representan la expresión clínica del aumento del daño cerebral instalado. Es decir, para que el paciente evolucione con una alteración pupilar, una caída del GCS motor o global o un nuevo déficit focal, ya se ha debido instalar un daño cerebral, que en algunas ocasiones será irreversible, determinando un peor pronóstico funcional del paciente, al margen del determinado exclusivamente por la lesión cerebral primaria.
A mi juicio, nuestro objetivo como equipo clínico especializado en Neurointensivo es ir un poco más allá, e intentar adelantarnos a la aparición de estos signos clínicos de Neurodeterioro. Deberíamos intentar poder pesquisar las alteraciones de la fisiología cerebral que nos indiquen que existe una lesión cerebral secundaria detectable, con el objeto de adelantar nuestras intervenciones terapeúticas y amputar la neurinjuria sobreagregada. Si nos referimos a pacientes con lesión cerebral traumática, esto implicaría, quizás, disminuir el número de pacientes con TEC moderado, en el que la lesión primaria no es devastadora y pese a lo cual existe un no despreciable 5-15% de mortalidad y hasta un 30% de pacientes que evolucionan con una discapacidad moderada y severa, es decir un GOSE ? 6.
El avance de la tecnología en neuromonitoreo, especialmente la monitorización NO invasiva nos abre una gran oportunidad, precisamente para mejorar los criterios de definición del Neurodeterioro, o quizás acuñar un nuevo concepto si se considera necesario. Herramientas como la vaina del nervio óptico, la Pupilometría, Oximetría por NIRS, el pEEG, el uso de Biomarcadores e incluso el empeoramiento de la Tomografía respecto a la de ingreso, nos ofrecen la posibilidad de detectar aún de manera más precoz cambios en el status del paciente y así poder disminuir la aparación del “neurodeterioro clásico” (signos tardíos a mi juicio) que sentencien a los enfermos a un peor resultado.
Conscientes de aquello, creo necesario que trabajemos mirando el futuro y aprovechemos las oportunidades que nos ofrece la tecnología para optimizar el reconocimiento precoz, realmente precoz, de aquellos pacientes que presentan Neurodeterioro. Para lograrlo, debemos ponernos de acuerdo y actualizar la definición de este concepto y los criterios que hasta hoy lo caracterizan.
Sergio Aguilera Rodríguez MD
Neurocirujano HCHM – Chillán
Profesor Asociado Universidad de Valparaíso – Chile
Presidente Asociación LABIC de Terapia Neurointensiva en Latinoamérica